Ingresé por primera vez al cementerio general de Guayaquil con mis dos muletas y la intención de caminar acompañado de mi cámara.
Lo que no esperaba es que encontraría tanta belleza espiritual y paz en esa suerte de rompecabezas compuesto de: bóvedas, paredes, objetos, reflejos, sombras, luces, vidrios, superficies rugosas o lisas, agua, etc.,.. 17 hectáreas de lo que hoy es la "bodega" de la memoria, mas grande de la ciudad.
Cuerpos que allí reposan y han sido protagonistas anónimos o conocidos, de la historia social, política y económica de una ciudad.
Luego de aproximadamente 6 semanas, salí por última vez del cementerio; caminando sin muletas, sin bastón, habiendo sanado un pié y espiritualmente lleno de muchas dudas, pero en total paz con aquellos que antes, también caminaron las calles de Guayaquil.