En 2010 viví una experiencia donde, estando en una situación delicada y de mucho riesgo, recibí la ayuda de un jovencito que no creo que superara los 14 años; de aspecto descuidado, muy delgado, de ropa sucia y raída, y con algo de sucio en la cara como si fuera hollín. Era como si estuviera viendo a uno de los deshollinadores del cuento de Mary Poppins, como si estuviera recubierto de una especia de halo de fantasía. Este fue el personaje que llegó a mí, ofreciéndome la ayuda que yo necesitaba y advirtiéndome en todo momento que: “Yo soy especialista”. Finalmente, el chico, sin esperar mi aprobación y sin mediar palabra, dio la solución que me permitió seguir mi camino… Nunca me dio su nombre y no quiso aceptar ningún pago a cambio, marchándose y desapareciendo con la oscuridad, no sin antes insistir: “Le dije que yo soy especialista”. Es una manera muy resumida de contar aquella experiencia tan asombrosa y quizá un poco enigmática que me tocó vivir, pero desde el día siguiente lo atribuí a una bendición sobrenatural. Ese día aprendí que los ángeles de la guarda no son seres que bajan del cielo. Somos nosotros con cada ocasión que tenemos la oportunidad de ayudar a otros de manera desinteresada… Desde entonces y pese a mis imperfecciones, intento practicar de manera consciente, ser el “Ángel de la guarda” de otros, desde el anonimato (en la medida que ha sido posible). Esto no exige ser religioso o creyente. Solo pide actuar de buena fe, con buena voluntad. Es convertirse en un “Especialista”. Este trabajo es una meditación sobre la benevolencia desinteresada. Aquella voluntad, tan escasa como la luz que penetra el fondo negro, que irrumpe sin ser llamada y sin esperar recompensa. Es la convicción de que la asistencia del "ángel de la guarda" en su forma más pura, se manifiesta a través de los canales más ordinarios, inadvertidos y fugaces de la existencia humana. Las flores aquí retratadas no son objetos de vanidad, sino receptáculos de esa acción fugaz. Sus colores intensos y su luz difusa no pretenden manifestar majestuosidad, sino, la irrupción de acciones que cambian de manera asertiva la vida de otras personas. Son el soplo de luz que llega convertido en la mano de quien se ofrece y ayuda desde el anonimato. Son el eco de una ayuda que se marchó tan pronto como se completó su tarea, dejando solo la evidencia de que la carga ha sido aliviada y el camino sigue abierto. Cada fotografía se convierte en un momento de fragilidad y solidaridad orquestados a un mismo tiempo. Sirva también, para rendir agradecimiento a ese ángel que en aquel momento vio por mi.